domingo, 15 de marzo de 2020

LAS COMAS


Resultado de imagen de esperanza
Se me escapaban, las comas, como desfiladero de pausas por mi boca. 
Una, tras otra, emperifolladas y festivas, iban desplazándose contentas, alegres y furtivas. 
No podía contener, mi verborrea habitual al igual que mi alopecia, tantas veces, reflejada en las lunas de los espejos. Muchos me lo dijeron, pero no quise escuchar. Escuchar, mata. Escuchar, entretiene y no haces, lo que tú quieres.                                                                              
Fue leyendo, cuando me di cuenta… “tengo un problema con las comas”, me dije, porque me atraganté en el acto de poder contarlas.
 “No harán campo yermo en mis textos”, me reafirmé con la voz de un soldado victorioso en mil batallas. 
Pero perdí, porque yo mismo estaba tan perdido como el control sobre las comas, escurridizas y diabólicas. 
Luego un día- con la vida a cuestas y las canas batiéndose el alma con las horas del reloj- llegué a la conclusión de que la espera no era sino abreviatura de esperanza. 
Emprendí la costosa batalla de enfrentarme con lo escrito. 
Así aprendí que las comas no son solo pausas envalentonadas, sino esperas de tiempo comprimido, certezas-quizás- de que llegará un día en que todos podremos poner punto final a un maravilloso escrito.

viernes, 13 de marzo de 2020

COMO EN CASA


Resultado de imagen de una mujer asomanda a la puerta
No sé cómo encontré la salida. 

Quizás poco a poco, como se gestan los 

hijos. 

Un día entreabrí la puerta y vi una luz que me cegó los ojos. 

Llorando me escondí bajo las mantas y eso 

que era pleno verano. 

Tardé tiempo en hacerme fuerte abrigada al 

amparo de una silla. 

Cuando la saqué no podía creérmelo, hasta 

que un caminante me devolvió a la realidad 

llevándome asustada a meterme de nuevo en mi casa. Tras largas cavilaciones saqué una mesa, una alfombra y un libro. Les ayudé con una botellita y un foulard para el frío. Los coloqué para que les diera el sol de febrero y el viento que se gesta en el vientre del este. Luego solo quedó el deshacerme de la pena, el desojarme la tristeza de las pestañas y hacerme dura para disfrutar de la vida, aunque él no estuviera.