lunes, 20 de abril de 2020

COMO UN PERRO

Bagheera, una perra con un extraño color de ojos, no encuentra una ...
A la mayoría de los que conoces no les mostrarías cuello, ni les dejarías las llaves de tu casa, ni los acostarías con tus hijos. Lo mejor, que esa gran masa de gente que conoces solo son eso para ti...gente. Pero luego están los perros a los que enseñas dientes y te lamen, soportan tu mal humor y jamás ni por instinto ven otra cosa en ti que alguien a quien aman más que a su propia vida. No sé quién dijo que somos lobos para nosotros mismos, pero no. Somos arpías. Los perros en cambio, montan guardia en nuestra casa a la intemperie, protegen nuestro hogar y a nuestros hijos aun a costa de su vida y nos esperan incondicionalmente aunque para nosotros no sean más que una especie inferior de la que aprovecharnos. Hay humanos que son arpías comedores de huesos frescos y otros que tienen alma de perro. Todos van embutidos en trajes de persona siendo tías, vecinas, hermanos y cuñados o abuelos, padres, madrastras y educadores. La Orellana dice que su instinto les hace diferenciarlos, pero a mí me cuesta, como me cuesta conciliar el sueño o no atragantarme con los idiotas. Hay muy poca gente que tenga el corazón por bandera, que sepa darse sin pedir a cambio más que le quieran y a veces ni eso. Hay noches en que el sueño se despeña por la almohada y eres incapaz de recogerlo. El tiempo se te agota porque los que fueron perros de alma en tu vida están perdidos en las musarañas sin que sepas cómo recuperarlos. A la mayoría que conozco no les mostraría cuello, ni les dejaría las llaves de mi casa, ni los acostaría con mis hijos. Supongo que tampoco mucha gente a mí, pero no me importa porque entiendo que las puertas se cerraron, a las ventanas le pusimos embozos y el tiempo nos pasó factura de tanto darnos plazo. Solo mis perros de carne y hueso me consuelan la perdida del que se fue de alma. Solo sus ojos de pecera me dan la clave de la felicidad que nunca entenderemos los humanos porque no está en el dinero, ni la fama, ni la cultura. Lo mismo de tanto querer volar me salieron alas y por protegerme, garras. Lo mismo es lo que soy, encerrada en mí misma, acobardado y rabiosa sin humano que me guarde, ni venga a mi casa a reposar su cabellera en el lóbulo de mi almohada.

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