lunes, 20 de abril de 2020

DE PICADAS

El cuento del Pescador y el arte de complicarnos la vida - Gestión ...
Lo supo en cuanto le picó como si tuviera un presentimiento. El mar estaba plano como un plato, las rocas engarzadas de cielo y ese sol que adobaba el ambiente con sudores recientes y salazones cercanas.
No movió las cangrejeras porque se quedó congelado viendo como el naylón de pescar se combada con vida propia.
- Papáaaaa, vas a pescar???- le preguntó su hija más chica, parándose en una pose prefabricada ante una musiquilla de su móvil.
No sabía ni el tiempo que hacía que no pescaba. Por lo menos cinco años antes de lo de Manuela. Sí, por lo menos cinco, se dijo rascándose la mollera, atónito porque algo hubiera picado el anzuelo.
-Pero si tu no eres pescador ni ná- le decía su mujer para desalentarlo y que no fuera. Pero él iba porque estaba enamorado de ese rincón que solo era visible cuando había bajamar y las rocas se desnudaban de vergüenza.
Supo que le habían picado porque uno que pasó le dijo...
- quillo con la tostá, que se te va a ir la pesca!!!!!!
Pero a grito pelao, que en La Caleta no se dispensa etiqueta.
Recogió despacito a ver si había suerte y el sedal se soltaba de la roca en la que debía estar enganchado. Sin embargo a más que recogía , más se combaba por el peso. No se sorprendió nada cuando al final del sedal encontró una botella amarrada. En el fondo de ella una nota muy mojada que decía...
"Sabía que en cuanto me distrajera, volverías a las andadas"
Y entonces recordó la bronca que tuvieron cuando se dio cuenta que no pescaba nada, sino que lo compraba todo en una pescadería cerquita de la Caleta.
- Tu tienes algo por ahí- le dijo enmorecía por el llanto.
Le costó explicarle que era por estar tranquilo y no escuchar a nadie. Supo que no lo había entendido, igual que supo que la nota en esa letra picada y amontillada era de ella. Igual que supo que el cáncer se la comía, aunque siempre le reñía como si no pasara nada.
"No te voy a dejar tranquilo en toda tu vida, Manolito. Que aunque me muera, voy a estar contigo vigilándote"...fueron las últimas parrafadas que dijo.
No fue valiente para confesarle que la quería más que a nada y que solo sus niños y sus quejas eran el motor de su vida. Ni siquiera se lo contó al sol , ni a las rocas, ni al viento.
Tanto se dolió sin ella que nunca pensó en irse de nuevo a pescar, hasta aquel día en que lo vio su hija, con caña y cangrejeras, pero como siempre sin carnada

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